Los
gatos se comunican en gran parte mediante
el olfato. Pero la comunicación entre el gato y las personas es muy
distinta, porque la información fluye solamente en un sentido. Nuestro olfato,
como mucho, detectará un “mal olor” (principalmente orina y excrementos) pero
no será capaz de entrar en detalle, mientras que cuando el gato olfatea y
saluda a su amo es capaz de enterarse
de todo lo que ha hecho.
Imaginemos
un caso normal y corriente. Una persona llega a casa y su gato sale a recibirle
a la puerta con la cola levantada y maullando de felicidad. Pero antes que el
minino se frote contra la pierna de su gran amigo, le olfatea brévemente el
zapato.
“¡Un momento! ¿Será posible? Éste acaba de pisar una marca olorosa del
gato del vecino. Debe estar justo delante de la puerta de la casa. Más tarde
tengo que ir sin falta a investigarlo”.
O bien: “Curioso. No huele a su coche
como siempre, sino a algo distinto. ¡Aquí hay algo que no encaja! Esperemos que
al menos sepa comportarse con normalidad”.
Ahora la persona se agacha hacia su gato para corresponderle
el saludo acariciándolo cariñosamente. Éste ronronea de gusto, pero al cabo de
un instante empieza a hacer ondular la cola de un lado a otro. “¡No es posible!
¡Hace poco ha acariciado un perro!”. El gato se siente muy ofendido y se aparta
un poco. Su dueño se sorprende: “¡Vaya! ¿Qué le pasa hoy a mi lindo gatito?”.
Más o menos así es como nuestros pequeños felinos perciben
una infinidad de detalles que a nosotros nos pasan totalmente
desapercibidos.
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