Para comprender a
nuestros gatos no tenemos más que observar cómo se comunican, ese lenguaje
particular en el que se valen tanto de la expresión facial como del lenguaje
corporal y del lenguaje oral.
“El hombre es civilizado en la medida en que comprende a un gato” vino a decir G. Bernard Shaw. Para comprender a este fantástico felino doméstico no tenemos más que observar cómo se comunican, ese lenguaje particular en el que se valen tanto de la expresión facial como del lenguaje corporal y del lenguaje oral, con las vocalizaciones o típicos maullidos, siendo estos últimos los que con mayor facilidad nos comunican sus estados anímicos.
“El hombre es civilizado en la medida en que comprende a un gato” vino a decir G. Bernard Shaw. Para comprender a este fantástico felino doméstico no tenemos más que observar cómo se comunican, ese lenguaje particular en el que se valen tanto de la expresión facial como del lenguaje corporal y del lenguaje oral, con las vocalizaciones o típicos maullidos, siendo estos últimos los que con mayor facilidad nos comunican sus estados anímicos.
Lo
cierto es que los gatos que viven en casa se comunican con nosotros
constantemente a través de esa forma característica en la que intervienen
distintos elementos de su cuerpo, la boca, la cola, las orejas, los bigotes e
incluso la piel. Ya los egipcios, verdaderos amantes de los gatos, estudiaron
el lenguaje de los gatos y hasta nuestros días no se ha dejado de averiguar
sobre ello, dado la multitud de registros que se pueden valorar.
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